domingo, 20 de febrero de 2011

Una vez al año, todos hacemos el amor al mismo tiempo

Tengo un amigo que de vez en cuando escribe, y suele usar títulos amarillistas para atrapar la atención de sus lectores, descubrió que de esa manera era más leído. La intención de este título no es esa, sin embargo, si sirve para eso, chévere.
El tema es que después del catorce de febrero, exactamente el quince de febrero, una amiga me comentó que no consiguió donde “celebrar” el día del “amor y la amistad”. Es decir, no consiguió un espacio libre en los hoteles de la ciudad. Entonces se vieron, ella y su pareja, obligados a posponer la celebración para el fin de semana siguiente. Me llamó la atención, que tanta gente, en tantos lugares diversos del mundo, estuviera al mismo tiempo teniendo relaciones sexuales, o lo que es lo mismo, celebrando el día del amor y la amistad :=)
Por un momento elevé mi visión por encima de mi realidad, volé por los cielos y me imaginé a toda esa cantidad de gente entregándose al placer al mismo tiempo. Realmente me causó gracia, más que un efecto pornográfico. Y me hizo además recordar una idea que tengo  desde hace tiempo en mi cabeza, muy relacionada al que todos hagamos todo al mismo tiempo.
Cuando solía trabajar en horario de oficina, una de las actividades que más me desagradaba era la de tener que hacer cola para hacer mis compras. Salía molida de la oficina, y si quería comprar quesos en un lugar donde me encantaban los quesos, tenía que calarme y sufrirme una cola como de veinte personas. Si tenía que hacer mercado, porque había pasado el fin de semana en Barquisimeto, tenía que calarme y sufrirme una cola de no menos de treinta personas, donde tardaba más haciendo cola que eligiendo los alimentos de mí compra.  Sólo podía viajar los fines de semana pues eran mis días libres, y las colas para salir de Caracas eran tales, que llegué a estar dentro de un autobús de Caracas a Barquisimeto durante casi doce horas en una oportunidad. Aquellas rutinas diarias eran como dicen, insufribles.
Entonces, decidí dejar mi trabajo -por razones que no tienen relación con este tema- y descubrí después de dejarlo algo maravilloso. A las diez de la mañana, el local donde yo compraba los quesos estaba absolutamente vacío. El súper mercado, a las dos de la tarde, estaba casi vacío y me permitía hacer mis compras en menos de media hora.  Los viajes de Caracas a Barquisimeto eran maravillosos un miércoles, o un jueves. Me tardaba entre cinco y cinco horas y media, un día hasta llegué en cuatro horas y media. ¡Milagro!
Entonces el maravilloso descubrimiento fue una pedrada al piso. Hacemos colas porque todos y todas hacemos las mismas actividades al mismo tiempo. Algo así como el catorce de febrero, por cierto que también el día de las madres es un suplicio intentar celebrarlo en Caracas. En fin.
¿Pensé entonces, cómo podríamos solucionar ese asunto? Aunque definitivamente lo normal es que la gente celebre los viernes, las horas de descanso las usemos para resolver nuestros asuntos, los fines de semanas sean los momentos en que podemos viajar, ¿Podríamos hacer esas actividades en otros momentos? ¿Donde no nos veamos obligados a actuar todos por igual?
Y me pregunté también, ¿Tendrá que ver esa manera en que vivimos, de andar todos haciendo lo mismo, vistiendo lo mismo, celebrando lo mismo, criticando lo mismo, quejándonos de lo mismo, algo que ver con el hecho de que todos trabajemos en el mismo horario, y descansemos en el mismo horario? ¿Tendrá que ver eso con la poca capacidad que tenemos de estar solos, independientes y con nosotros mismos? Es una pregunta interesante, a la que no le tengo respuesta en este momento, valdría la pena investigarlo.
Es verdad que siempre ha sido así.  Pero ¿Acaso será esta manera de organizarnos la mejor  manera?
Yo me pregunto, ¿Si nuestro sistema de vida tuviera otro orden qué pasaría?. Por ejemplo, si en Caracas la gente cuyo nombre -por ejemplo- comienza con la letra A, comenzara a trabajar los lunes, y los que comienzan con la B comienzan a trabajar los martes, y los que comienzan con la V comienzan a trabajar los miércoles, y los que comienzan con la L comienzan a trabajar los jueves, y los que comienzan con la F comienzan a trabajar los viernes, y los que comienzan con la D comienzan a trabajar los sábados, y los que comienzan con la R comienzan a trabajar los domingos. Si ocurriera eso, los lunes no habría colas para entrar a Caracas, y tampoco los viernes para salir de ella. ¿Interesante verdad?
El mismo ejercicio me hice con los horarios, si los que comienzan con la letra A trabajan el turno de la mañana, y los que comienzan con la B el turno de la tarde, y los que comienzan con la C el turno de la noche, y los de la D el turno de la madrugada. Los supermercados no estarían llenos de cola a partir de las cuatro de la tarde, ni el cine lleno de gente los domingos, ni el local donde compro queso lleno de gente a las siete de la noche. Interesante también.
Entonces, no tengo solución aun a esas preguntas, ni puedo afirmar que esa sea la mejor manera, pero me encanta imaginar qué pasaría si tuviéramos otro orden, donde no todos andemos haciendo lo mismo al mismo tiempo. Todos yendo a la playa al mismo tiempo, todos yendo al parque al mismo tiempo, todos haciendo pupú al mismo tiempo, y hasta todos teniendo relaciones al mismo tiempo. Si hacemos ese ejercicio, de salirnos de nuestro cuerpo, elevarnos por los cielos y vernos de una manera crítica y objetiva, nos sorprenderíamos de lo loco del modo en que vivimos, de cuán locos parecemos. Los extraterrestres, si existen, se deben estar riendo.


lunes, 7 de febrero de 2011

Las frases retorcidas de las canciones y telenovelas de "Amor"

Hace tiempo descubrí, que mucho de mi discurso del” amor” estaba estrechamente relacionado con todos los mensajes que escuché desde pequeña en telenovelas, en el cine, en la escuela. La primera vez que tuve evidencia innegable, fue cuando mi primer novio –tenía yo unos veintiún años, si, si, empecé tarde comparada con la media- por razones que no vienen al caso contar ahora, decidió terminar con la relación. Estábamos en el momento crucial, donde me decía las últimas palabras de nuestra historia de tres meses, al contarme sus razones, le dije: “Eres lo peor que me ha pasado en la vida”. Y cuando intentó acercarse a mí le dije: “No me toques”, “Cállate”. En el momento presente no me di cuenta de lo que había dicho, ni lo que eso significaba. Una vez en mi casa, recordando el momento doloroso descubrí mi terrible verdad. Era una perfecta discípula –sin saberlo- de Abigail, María la del Barrio, La Dama de Rosas, Cristal, Rubí Rebelde, y de Juana Valentina. Decidí desde entonces no ver más telenovelas. La última que vi fue Betty La Fea. No hace tanto que estoy desgravando lo que las historias de “amor” de televisión hicieron en mí –sin contar lo que hizo Candy Candy, enamorada siempre de Terry-. Por lo tanto, aun hago un esfuerzo por no caer en el drama.
Otro de los hábitos que más tarde consideré debía erradicar de mi vida, fue el de las canciones de “amor”, y lo pongo siempre entre comillas porque en realidad, si las escuchamos con atención descubriremos que hablan de desamor, no de amor. Trabajaba en San Felipe cuando lo descubrí, y debía viajar todos los días, entonces, mientras iba sentada en una camionetica de esas que llaman rancheras, cuál chivito dándole la espalda al destino, y viendo de frente los carros que venían detrás, me tocaba escuchar las canciones que los conductores elegían. Recuerdo que una vez durante todo el viaje de una hora aproximadamente estuve escuchando canciones “románticas”, internalizaba todo esto: “La que entrega todo sin pedirme nada, sólo que la ame”, “No hay cielo que cubra lo que siento por ti”, “No puedo estar sin ti”, “Te necesito”, “Si tú te vas, mi vida se me va”, etc, etc. Una vez llegué con los ojos hinchados a mi oficina.  Y descubrí el daño que hacían en mí esas hermosas frases de “amor”, de nuevo entre comillas, de las canciones “románticas”.
Desde esos años de descubrimiento, las novelas pasaron a mejor vida, y las canciones de amor, a un exhaustivo proceso de revisión, es decir, las comencé a escuchar con “pensamiento crítico” y a decirme cuando las cantaba, Berthica imagina que actúas la canción, tú no eres la canción. Eso ayudó. Dejé no sólo de escuchar esas frases absurdas y retorcidas en mi vida, sino que también comencé a dejar de decirlas, y nuevas frases comenzaron a ser aceptadas por mi mente. Una separación dolorosa de un amor, a causa de su muerte, también fue importante en ese proceso, porque pude ver claramente, que si alguien se va, por cualquier razón, es mentira que mi vida se va, y es verdad, que sin él puedo ser feliz. Comencé a aceptar la idea del constante cambio del universo, a tener una idea más libre de cómo vivir el amor, libertad, no libertinaje. Entendiendo que el mundo es cambiante, y que si mañana la persona que tengo a mi lado se quiere apartar de mí, no tiene por qué ser “lo peor que me ha pasado en mi vida”, ni tengo que sentir que: “no puedo estar sin ti”. Eso está muy bien, pero con qué me encontré en mí día a día. Que como los chicos también vieron telenovelas, ya sea por sus madres, o por las muchachas que los cuidaban, para ellos también son de “amor” aquellas frases. Algunos también quieren escucharlas salir de mi boca, y entonces, algunos pueden sentirse no queridos, o inseguros del amor, si uno no les dice: “te necesito”, “sin ti no puedo respirar”, “mi vida sin ti no tiene sentido”, “si tu te vas mi vida se me va”, cuando en realidad, amamos de verdad, cuando respetamos la libertad del otro.
Hace un tiempo le conté a un gran amigo que me encantaba una canción de Shakira llamada Gitana, en ella, la cantante dice: “Y va liviano, mi corazón gitano”, “aprovéchame que si llegué ayer me puedo ir mañana”. Ese par de frases para mi amigo significaban: “Quieres andar por ahí teniendo amores y dejándolos”, para  él , si tuviera novia, esa canción significaría un final inminente. Para mí en cambio significaban, qué lindo disfrutar este amor sin miedos ni dolores del pasado, disfrutándonos el tiempo que tengamos para estar juntos porque no sabemos qué ocurrirá mañana. Diferentes maneras de interpretación.
Si observamos la naturaleza, nos parecería ridículo un árbol llorando el día que una manzana decida caer al suelo para dejarse comer.  Nos parecería muy tonto si vemos al mar molestarse porque una de sus olas se va, muy loco el río, si se pone bravo porque no es la misma agua la que recorre su cauce, y muy absurdo el cielo si se molestara por la partida de algunas nubes. Miro fuera de mi ventana, y sólo veo un constante cambio, y aceptación del mismo en el universo. Una constante transformación, y sin embargo, nosotros, a causa quizás por nuestra cultura –y otras razones profundas-  nos empeñamos en desear amores para toda la vida –así me hagan daño, así no funcionen, así sean destructivos, así me maltraten-, trabajos para toda la vida, la misma casa para toda la vida, la misma comida para toda la vida. Los mismos gustos para toda la vida, los mismos miedos para toda la vida, el mismo estilo de ropa o de vida para toda la vida, y así, y así y así. Entonces me pregunto, esas frases que tanto escuchamos y decimos, ¿Serán lógicas?, ¿Serán de amor?¿O serán anti natura? ¿No será divertido, de vez en cuando, ser un poquito gitanos? Un poquito, no tanto. Y decir al ser que amamos:

”Tómame y vamos, que la vida es un goce,
 es normal que le temas a lo que no conoces,
 quiero verte volar”, como Shakira con su Gitana.

Yo quiero decirlo.

La alegría de Ser

"Si no hay alegría, fluidez o ligereza en lo que haces, eso no significa necesariamente que tengas que cambiar lo que haces. A veces basta con cambiar la manera de hacerlo. El "cómo" siempre es más importante que el "qué". Trata de conceder mucha más atención a lo que haces que al resultado que esperas obtener. Concede toda tu atención a lo que el momento te presente. Esto implica aceptar plenamente lo que es, porque no puedes conceder toda tu atención a algo y al mismo tiempo resistirte a ello...".

El Poder del Ahora. Eckhart Tolle.