domingo, 21 de octubre de 2007

Llegando de la EICTV

Desde hace una semana estoy luchando con una de las capacidades que naturalmente tenemos los seres humanos, la de adaptarnos a las nuevas situaciones. Recién estoy llegando de Cuba. Estuve haciendo un curso de Guión Cinematográfico Avanzado en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. Me toca despertar del sueño que fue estar cinco semanas en la escuela y quiero relatar un poco mi experiencia, mi maravillosa experiencia, para que aquellos que como a mí, les interese conocer la escuela tengan una idea:
La escuela está ubicada como a veinte minutos de un pueblo llamado San Antonio de los Baños, hay un edificio especial para talleristas (mi caso) y profesores. Del otro lado hay otro edificio donde se encuentran las aulas y donde están las habitaciones de los alumnos regulares, también allí está el Comedor, la Mediateca, el Auditorio, la Sala de Internet y el rapidito (híbrido entre Cafetín y Bar). También hay un Ranchon, lugar donde eventualmente (casi a diario) hacen fiestas los estudiantes.
Los apartamentos de estudiantes tienen dos habitaciones para compartir. Es decir, dos estudiantes por habitación, en esta oportunidad compartí habitación con Clara (la ama), Colombia, y apartamento con Julieta (Julieta Pasión), Islas Canarias. Se tiene en el apartamento lo que se necesita para estar tranquilo el tiempo del curso, nada en exceso, nada de lujos, pero mucha limpieza y buena atención de las chicas de limpieza. Por cierto que todo lo relacionado a las habitaciones debe arreglarse en un lugar que en la escuela llaman La Carpeta, me sigue causando gracia ese nombre, así como me causa gracia el de la Pizarra, donde se puede obtener cualquier tipo de información y desde donde se reciben las llamadas internacionales. Se te alegra el corazón si se escucha en los parlantes (los hay en toda la escuela) la voz de la señora de la Pizarra diciendo: “Bertha Fréitez tiene llamada en la Pizarra”, a mi no me pasó. Bueno, es que a mi me llamaban directo al teléfono del apartamento.
Hay también una lavandería disponible para todos los estudiantes y profesores, donde los precios son súper económicos. También una tiendita, que no es la tiendita que cualquier persona se pueda imaginar, pero igual uno resuelve si se le termina el shampoo, el desodorante y el tan preciado, importante, invalorable, esperado, entrañable y necesario papel higiénico. En la sala de Internet hay cuatro computadoras, la conexión es bastante lenta, mejor irse con la idea de retiro espiritual y desconexión con el mundo real, para no atormentarse con la imposibilidad de conectarse a ciertas páginas, y las caídas eventuales (tanto como las fiestas en la escuela) de la red a causa de relámpagos y torrenciales lluvias que en ésta época del año ocurren puntualmente a las seis de la tarde. Hora en que uno quisiera darse un baño en la piscina, si, hay piscina olímpica, en la que yo perfeccioné mi brazada y patada gracias a las clases de la ama (Clara), quien fue en un momento de su vida entrenadora de natación. También en la piscina se hacen fiestas, aunque por razones de seguridad, y para evitar tragedias creo que recién las tienen prohibidas. Disfruté de la piscina en las mañanas, 7:00 a.m., antes de ir al desayuno, momento en donde comenzaba a salir el sol, y me regalaba Cuba sus rosados amaneceres, y los cantos de sus pájaros.
La comida del comedor, aunque es una constante el arroz y los frijoles, es muy sana, baja en grasas y fácil de digerir. Todos los días desayunábamos tostadas con mermelada y mantequilla (habían variaciones con queso amarillo y huevo), tan hábito se me hizo que llegué a casa tostando el pan y comprando mermeladas. Para los que son vegetarianos como yo, hay opción de menú vegetariano, así que no hay de qué preocuparse.
En el auditorio todos los días presentan películas, y los sábados y domingos hacen maratones, todas las tardes de películas o cortometrajes. En la Mediateca se consiguen libros, guiones y películas en VHS. Saqué La Doble Vida de Verónica de Kieslowski, la dinámica del curso no me permitía verla, tampoco el VHS del apartamento, que se le ensuciaron los cabezales y cuando por fin creí que la vería, me invitaron, por fortuna, o por destino, a ver otra del mismo director, Azul.
El comedor tiene su horario establecido, cuando no alcanza uno a llegar tiene como opción los bocaditos que venden en el rapidito, acompañados por el café cubano que es bien regañón.
Se me olvidaba mencionar el Centro Médico, y los estudios de televisión. A los estudios no entré. Pero, mucho me ayudó el Dr. Máximo con las consultas. Suelen bajarse las defensas cuando se está en otro ambiente, pero nada de qué preocuparse si de dolor de muelas y oído se trataba como en mi caso. Hay médicos de varias especialidades disponibles para los alumnos y el primer día de clases el Dr. Máximo da una charla que vale la pena escuchar. Explica de una manera muy particular el sistema de salud cubano y advierte de una manera muy graciosa acerca del consumo de las drogas y el alcohol, finalmente se va dejándonos tres preservativos en nuestras manos.
Las clases son de 9:00 a.m. a 12:00 p.m. en la mañana y en la tarde de 2:00 p.m. a 5:00 p.m. Dependiendo del profesor se puede salir más tarde o tener un día libre para escribir como nos ocurrió con Julio César. Esta vez el curso estuvo dividido de la siguiente manera, la primera semana nos dio clases Francisco López Sacha (Cuba), quien nos enseñó el arte de narrar, la segunda y tercera semana Julio César Rójas (Chile), quien además de darnos técnicas interesantes para la construcción de guiones, diálogos y analizar películas nos dio algunos tips de cortejo que en otra ocasión podré compartir. Y finalmente, las últimas dos semanas junto a Miguel Machalsky (Argentina) trabajamos profundamente las historias que habíamos llevado (y las que habían nacido en la escuela) y dramatizamos una secuencia de nuestros guiones. Lo más importante es que todos los alumnos podían participar en la construcción de la historia y nos tocaba hacer de asesores de guión de alguno de nuestros compañeros, experiencia enriquecedora que nos hizo mejorar nuestras historias y conocer más a nuestros compañeros. Si algo lindo quiero recordar es la evolución que como grupo tuvimos, nada tenía que ver al final del curso la relación de los estudiantes que comenzaron el primer día, Clara (Colombia), Rita (México), Julieta (Islas Canarias), Mauricio (Colombia), Rodrigo (Colombia), Nicolás (Colombia), Mireya (España), Laura (España), Emily (República Dominicana), Renata (Portugal), Felipe (Chile), Rafaela (Brasil) y Victoria (Argentina). Tal y como dijo Mireya el último día, ando buscándolos en mi actualidad, en la gente de la calle veo Mireyas, Lauras, Felipes, Mauricios. Creo que si hay algo que no puedo dejar de mencionar es justamente los compañeros de clases, todo lo que se aprende de cada uno, y como uno llega a quererlos, aunque al principio a algunos los viera con recelo. Es hermosa la transformación. Donde no sólo cambia la manera de ver a los que tienes al lado, sino que cambia la forma de ver al mundo. Regresa uno a su país, después de haber tocado un poquito de montones de países, con el recuerdo de los representantes de cada país con quien uno habla, con frases, gestos, chistes, como los que contaba Mauricio con su Ollismo, y alguna moneda de otro país en el bolsillo como recuerdo de algún momento mágico vivido.
No sólo uno aprende a querer a sus compañeros, tuve la oportunidad además de conocer y compartir con alumnos del taller de montaje que se estaba dando al mismo tiempo que el nuestro, me quedará en mi memoria Mauricio (Colombia), Carolina (Chile), siempre que me veían me decían: ¡Belta, Belta!, Juan (España), que se reía cada vez que yo decía “voy a dar una nadada”, le preocupaba tremendamente el uso que hacía del castellano, Ernesto (Chile), Javier ( Barranquilla/ Colombia). También a Jesica (México) y Pedro (España). Había también en el taller de montaje un chico llamado Pablo (Colombia/Canada) a quien le decía “hermano” por lo exactamente idéntico a mi hermano Valmo. También me quedo con el recuerdo de alumnos de la escuela, Rubén (Cuba) y de Javier (Bogotá/Colombia).
Pero además de la dinámica de las clases en la semana los fines de semana también son muy aprovechables. Salen unas gua guas para los estudiantes que van a San Antonio de los Baños, 20 min. O a la Habana, 40 min., más o menos. En la Habana caminar el Malecón, comerse un helado en Coppelia, conocer los museos, comer en la Bodeguita del Medio, entrar a los mercaditos de artesanía, caminar por la calle Obispo, comprar libros en las librerías de la calle Obispo, montarse en los diferentes medios de transporte (el camello, los coco taxi, las máquinas, etc.), tomarse un mojito cubano, ir al barrio chino, son paseos que no debe uno dejar de hacer. Sobre todo hablar con los cubanos, visitar amigos cubanos, como es mi caso, que el 29 de septiembre día en que celebran la fundación de los Comités de Defensa estuve visitando en Luyanó la casa de Dorella, Reynaldo y Oleidis quienes me reciben cada vez que voy como si fuera parte de la familia. No se puede uno ir de Cuba sin compartir con su gente. Sin sentir su calor y sabor humano.
Otro paseo hermoso que no se puede perder quien pise Cuba es el de las playas de Varadero, no recuerdo haber tocado una arena más suave y fresca, más blanca. No recuerdo un mar tan cristalino, una sal tan perfectamente ligada con el agua, una marea tan arrulladora, tan liviana, un cielo azul, limpio, sin nubes, o con muy pocas, donde también el atardecer, como los que se ven en la escuela, lo dejan a uno boquiabierto disfrutando del milagro del universo, de la tierra, de la vida.
Son estos paseos, y las fiestas que por múltiples razones se hacen en la escuela (fiesta brasilera, fiesta mexicana, fiesta española, despedida de fulanito, etc.) un espacio perfecto para despejar la mente de los estudiantes, y para que los estudiantes se conozcan entre sí. Decía el profesor Julio César que él tenía la teoría de que en el segundo martes de clases habían dos relaciones amorosas entre los estudiantes del taller o entre talleristas y regulares. Y fui testigo de que su teoría es equivocada, son mucho más de dos las relaciones. Resulta ser la escuela generadora de hermosas historias de amor, de intensas historias de amor, y también de dolorosas historias de desamor. Que para bien o para mal nos recuerdan que estamos vivos. Era para mi toda una distracción escuchar en las mañanas los resultados amorosos de las fiestas del día anterior.
Se aprende guión, se aprende cine, se aprende a adaptarse a nuevas situaciones, se aprende a desprenderse de lo cotidiano, a alejarse del consumismo, a desprenderse del celular, a saborear otros sabores, a respirar otros olores, a disfrutar de un cielo cercano, de noches oscuras, llenas de estrella, aparentemente quietas y otras fugaces, a escuchar los pájaros, a escuchar el amanecer. Se aprende la cultura, los modismos, la vida, la similitud de necesidades y problemas que tenemos en común latinoamericanos y europeos. Vemos los sueños y preocupaciones nuestras reflejados en otras caras, otros acentos.
Aprendemos también a despedirnos, y a prometernos futuros encuentros. Recordaré siempre la hermosa despedida que mis compañeros de clases nos hicieron el sábado, día de regreso. La mayoría esperó que se hicieran las 4 de la mañana, hora en que Rodrigo, Mauricio, Rita y yo nos íbamos al aeropuerto. Nos ayudaron a bajar el equipaje, nos abrazamos, con abrazos fuertes, lloramos al ver nuestras caras, lloramos de saber, o de no saber si volveremos a vernos, pero entre todos nos prometíamos el reencuentro, o visitarnos en nuestros países. Es mi casa, la casa de cada uno de ellos. Porque yo ahora soy un poquito de cada uno.
Es la EICTV una necesidad para quien quiera ser cineasta.

La alegría de Ser

"Si no hay alegría, fluidez o ligereza en lo que haces, eso no significa necesariamente que tengas que cambiar lo que haces. A veces basta con cambiar la manera de hacerlo. El "cómo" siempre es más importante que el "qué". Trata de conceder mucha más atención a lo que haces que al resultado que esperas obtener. Concede toda tu atención a lo que el momento te presente. Esto implica aceptar plenamente lo que es, porque no puedes conceder toda tu atención a algo y al mismo tiempo resistirte a ello...".

El Poder del Ahora. Eckhart Tolle.