Me llama mucho la atención, esa costumbre de nuestra gente, de no querer contar los sueños porque: “me pueden empavar”, “después no se me da”, etc. Un terror que hay en el ambiente de que si uno cuenta sus grandes sueños, o hasta los más elementales la gente que siente envidia, con su energía negativa nos los va a tumbar y así nos impedirá alcanzarlos. ¡Cuánto poder respecto a nosotros dejamos en los demás! También ocurre que si nos atrevemos a contarlo a un amigo o amiga muy cercana (porque seguramente este amigo o amiga si lo va a celebrar) “tocamos madera”, esta vez, dejando el poder de la realización del sueño a una fuerza externa que logrará que nuestro sueño se dé.
He reflexionado eso recientemente con un sueño importante en mi vida que me atreví a compartir con la gente que conozco, incluso con desconocidos que se hacen conocidos en un bus, una camionetica, o el metro. Les había contado a muchas personas mi sueño de escribir un libro, he compartido ese sueño desde hace más de seis años, fecha en que surgió. Hace un par de meses logré terminar de escribirlo y entregarlo a la editorial para su publicación. Y una de las cosas en que pensé al momento de entregarlo, fue lo importante de que todos los que sabían que quería lograr eso, estuvieran siempre, cada vez que me veían, preguntándome: ¿Cómo va el libro?. A veces cuando decaía en mis ánimos, el saber que la gente que me quería, esperaba mi libro me hizo retomarlo y seguir escribiendo. Siempre mis amigos y familiares estuvieron esperando el día en que por fin dijera que ya estaba listo. Y hace un par de meses conmigo lo celebraron.
¿Que la maldad existe?, si, existe. Pero qué lindo poder construir nuestros sueños pese a ella, pese a todo y a todos.
También hay sueños que no dependen sólo de nuestro empeño o de cómo nos comportemos. No podemos por ejemplo soñar que alguna persona quiera permanecer el resto de nuestras vidas a nuestro lado. ¿Acaso será justo que yo desee que Luis, Pedro, José, o Miguel, me quieran por siempre? Para mí es una falta de amor hacia ellos, que en algún momento pudieran querer ser felices con otras personas, por ejemplo. En cambio querer que la pareja que esté compartiendo la vida conmigo me ame y me permita amarle honestamente mientras esté conmigo. Es más libre. No importa cómo se llame, lo que queremos es ser felices, y eso puede lograrse con diversos nombres de trabajo, de urbanización, de parejas o de ciudades. Por eso para mí, el único cuidado que hay que tener a la hora de contar nuestros sueños, es saber redactarlos antes de escribirlos en el corazón, y antes de contarlos.
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