sábado, 25 de diciembre de 2010

Hagamos un Boicot a la Infidelidad

Durante mucho tiempo se ha dicho que “todos los hombres son iguales”, “todos son cortados por la misma tijera”, “todos son unos perros”.  Tendría que investigar desde cuando comenzaron a meterse en nuestro sistema de creencia estas ideas. El tema es que ante la evidencia  comprobada de que realmente muchos hombres actúan de una manera similar, llámese, montando cachos,  teniendo la cara seria en el hogar y la retaguardia rochelera en la calle, muchas mujeres decidieron entonces optar por actuar igual. Algo así como un diente por diente. Entonces ahora, también conocemos de cantidad de hombres que se quejan de los cachos, o de ser “utilizados” por las mujeres.  Como si las mujeres hubieran decidido, quizás colectivamente, defenderse de los dolores siendo ellas las primeras que tiran la piedra. Tanto que nos quejamos de la infidelidad y en vez de hacer que disminuya entonces nos proponemos a que aumente de dos maneras (entre otras). Por una parte, algunas salen con hombres que tienen ya un compromiso emocional con otra mujer, por la otra, algunas salen con dos hombres a la vez (o tres), o sólo salen con ellos para relaciones ocasionales.  Una defensa total al daño emocional.
Entonces esa actitud me hace recordar ese dicho que precisamente se usa para referirse a los hombres, que dice que “entre bomberos no se pisan la manguera”. Realmente no es idea mía, lo leí de una feminista, Lagarde (después verificaré datos bibliográficos), quien recomienda que para disminuir la infidelidad en los hombres lo primero que deberíamos es ser solidarias entre nosotras mismas. Algo así como el caso de los vendedores de cosas robadas. Si el cliente que sabe que un artículo es robado decide no comprarlo, simplemente el negocio se cae. Pienso que lo mismo propone esta feminista. Que tumbemos el “negocio” de la infidelidad. Por una parte, siendo fieles, independientemente de que Pedro, Juan, Manuel sean infieles. Por la otra, decidiendo no ser parte de relaciones de infidelidad.  Si a mí no me gusta que me engañen, ¿Por qué hacerle el camino fácil al hombre para que logre ser infiel? ¿Y al mismo tiempo echarle el vainón a otra mujer?.  Si no hay mujeres que apoyen la infidelidad, ¿Con quién serán infieles los hombres? La pregunta da para muchas respuestas.
Viendo el tema de la infidelidad dentro de la cultura donde nos movemos, que nos forma para anhelar de nuestra pareja la “monogamia”. Pienso que si es nuestra pareja quien es infiel con nosotras, debemos amorosamente cantarles la canción que comparto: “otro amor vendrá”. Y si el tipo nuevo que se interesa por nosotras está comprometido. También a él decirle lo mismo: “otro amor vendrá”. Hagamos un boicot a la infidelidad.

jueves, 23 de diciembre de 2010

El despertar a lo infrahumano

Tengo un ser querido que siempre que se refiere a los trabajadores y trabajadoras les dice: “El proletariado”. Esto porque es un estudioso del Marxismo. En esa filosofía marxista, el proletariado es el trabajador explotado por la burguesía, que producto de ser parte de la clase social más baja, se ve obligado a vender su fuerza de trabajo por carecer de los medios de producción.
Quiero usar ese concepto, que en tiempos de Marx, llámese en los tiempos de 1800 y pico, se usaba para señalar la explotación del hombre por el hombre, para hacer una reflexión de cómo en estos tiempos,  ya no en los años miles sino en los dosmiles, sigue el hombre explotando al hombre y a la mujer. Horrorizada como estoy de tener a una amiga que trabaja en una tienda de un centro comercial tipo Moll, donde está obligada a trabajar desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche, con media hora para comer, y la imposibilidad de sentarse a descansar unos minutos, pues “hay muchos clientes”. A este grupo de chicas las tienen tan vigiladas para que no se sienten a descansar que hasta en el baño tienen cámaras pues las más avispadas buscan la excusa de “ir a hacer pipi” para poder sentarse un rato. Mi amiga llega adolorida a su casa en las noches, los pies hinchados, adoloridos, e incluso con algunos morados cual si hubiese sido víctima de abuso.
Y termino diciendo esto. ¿No es acaso víctima de abuso?. ¿No se violan acaso sus derechos humanos? ¿Ganará ella lo suficiente para semejante esfuerzo?. ¿Y el dueño de la tienda, se esfuerza de igual manera?, ¿Recupera ella su fuerza de trabajo?, ¿Es valorado el abuso al que se somete su cuerpo en el trabajo?. Entonces como diría mi querido, ese es el esfuerzo que hace “el proletariado” para poder vivir en esta sociedad de orden injusto. Este tipo de injusticias en el trabajo, debe dejar de ser aceptado para empezar por los empleados y las empleadas. Todos los que nos enteremos de casos como este deberíamos de alguna manera hacer una protesta, apoyar a la gente que sufre este tipo de situaciones, donde se ve “obligada” a soportar este tipo de trabajos para mantenerse. Cuanto sueño con que un día, todos, como por una orden divina acordáramos apoyarnos, y defendernos cuando nos estén abusando. Que un día, así como en el relato de Saramago, donde un día de pronto todos comenzaron a padecer de una inexplicable ceguera, nosotros al contrario, padeciéramos de un inexplicable despertar.
La sociedad habrá mejorado cuando a todos nos deje de parecer normal la injusticia y el sufrimiento en nuestras vidas y la de los otros. Cuando reconozcamos aquello de nuestra cotidianidad que es infrahumano.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Hay que contar nuestros sueños

Me llama mucho la atención, esa costumbre de nuestra gente, de no querer contar los sueños porque: “me pueden empavar”, “después no se me da”, etc. Un terror que hay en el ambiente de que si uno cuenta sus grandes sueños, o hasta los más elementales la gente que siente envidia, con su energía negativa nos los va a tumbar y así nos impedirá alcanzarlos. ¡Cuánto poder respecto a nosotros dejamos en los demás! También ocurre que si nos atrevemos a contarlo a un amigo o amiga muy cercana (porque seguramente este amigo o amiga si lo va a celebrar) “tocamos madera”, esta vez, dejando el poder de la realización del sueño a una fuerza externa que logrará que nuestro sueño se dé.

He reflexionado eso recientemente con un sueño importante en mi vida que me atreví a compartir con la gente que conozco, incluso con desconocidos que se hacen conocidos en un bus, una camionetica, o el metro. Les había contado a muchas personas mi sueño de escribir un libro, he compartido ese sueño desde hace más de seis años, fecha en que surgió. Hace un par de meses logré terminar de escribirlo y entregarlo a la editorial para su publicación. Y una de las cosas en que pensé al momento de entregarlo, fue lo importante de que todos los que sabían que quería lograr eso, estuvieran siempre, cada vez que me veían, preguntándome: ¿Cómo va el libro?. A veces cuando decaía en mis ánimos, el saber que la gente que me quería, esperaba mi libro me hizo retomarlo y seguir escribiendo. Siempre mis amigos y familiares estuvieron esperando el día en que por fin dijera que ya estaba listo. Y hace un par de meses conmigo lo celebraron.

¿Que la maldad existe?, si, existe. Pero qué lindo poder construir nuestros sueños pese a ella, pese a todo y a todos.

También hay sueños que no dependen sólo de nuestro empeño o de cómo nos comportemos. No podemos por ejemplo soñar que alguna persona quiera permanecer el resto de nuestras vidas a nuestro lado. ¿Acaso será justo que yo desee que Luis, Pedro, José, o Miguel, me quieran por siempre? Para mí es una falta de amor hacia ellos, que en algún momento pudieran querer ser felices con otras personas, por ejemplo. En cambio querer que la pareja que esté compartiendo la vida conmigo me ame y me permita amarle honestamente mientras esté conmigo. Es más libre. No importa cómo se llame, lo que queremos es ser felices, y eso puede lograrse con diversos nombres de trabajo, de urbanización, de parejas o de ciudades. Por eso para mí, el único cuidado que hay que tener a la hora de contar nuestros sueños, es saber redactarlos antes de escribirlos en el corazón, y antes de contarlos.

domingo, 30 de mayo de 2010

Voy a vivir más de 300 años, ¿Quién me acompaña?

Uno de los temas al que le tememos durante toda la vida -sobre todo cuando ya hemos pasado los cincuenta años- es al tema de la vejez. Y con toda razón, pues hemos sido testigos de lo que ha significado para nuestros seres cercanos y no cercanos el llegar a esa etapa de la vida. Comienzan las enfermedades, la colección de pastillas acompañándonos a todas partes, las limitaciones en la alimentación –tenemos que dejar de comer lo que nos gusta, cero grasas, cero esto, cero aquello por el tema de la tensión y el colesterol-. A las mujeres y hombres que son empleados fijos les llega la hora de la jubilación quedando excluidos del mundo laboral como si ya no tuvieran capacidad para el trabajo productivo. Algunos mayores con suerte sufren de infartos fulminantes que les quitan la vida en un santiamén. Otros con menos suerte comienzan a despedirse de la vida lentamente con enfermedades que les producen profundos sufrimientos.
He sido testigo en mi familia de ambos casos. Mi abuelo Vicente, quien murió si no me equivoco después de los setenta, un día se fue a tomar la siesta de la tarde, en plena siesta sufrió un infarto y no volvió a despertar -Desde que supe cómo murió he querido tener la misma suerte el día que tenga que irme-. Mi abuela Prajedes en cambio después de haber sido una mujer dura, entera y capaz de mantener en orden la casa teniendo ochenta años, sufrió de un par de ACV que la hicieron ser dependiente de otros durante más de cuatro años. No sólo sufrimos de enfermedades que hacen que la vida sea un pesar, sino que además socialmente somos rechazados, ¿Quien de los que me lee alguna vez no se refirió a algún adulto mayor como: “El viejo ese”, “La vieja esa”?. Es decir, la vejez como algo despectivo, criticable, feo, rechazable.
Entonces, con todo ese background de vejez en mi experiencia de vida, conseguí en la biblioteca de mi otra abuela un libro que se llama Salud Eterna. Que plantea un método científico que permite no sólo tener salud eterna mientras permanezcamos con vida, sino que además asegura que siguiendo este método se puede vivir más de trescientos años de manera saludable. El método consiste en tener control sobre tres aspectos básicos. El primero, el peso, pues asegura que el corazón, cerebro y cuerpo en general tiene un mejor funcionamiento si la persona mantiene su peso mínimo durante toda su vida –ejemplo en mi caso que mido 1.67, mi peso mínimo sería 167-110, es decir, 57 kg.-. El segundo aspecto, tener control sobre las emociones. El tercer aspecto, seguir un plan de ejercicios –sentadillas, abdominales, barras, lagartijas, caminar, etc- cuyo esfuerzo se va aumentando progresivamente. El autor del libro, Dr. Jesús Eslava, asegura que después de haber pasado por un proceso de enfermedad donde tenía escasas probabilidades de vivir, con este método logró reducir su edad biológica, logrando una condición física de atleta de 18 años, cuando cronológicamente tiene actualmente más de 60 años. Es capaz de subir el Guaraira en 24 min. Hace 1000 sentadillas en 30 min. Y una serie de hazañas que no pensaríamos sería capaz un señor de su edad. El dice que atendiendo estos tres aspectos simultáneamente logramos tener salud eterna y morir sólo en casos fortuitos, destino o karma. Siguiendo este método evitamos enfermedades como el cáncer, arteriosclerosis, infartos, ACV, etc.
Dice en su libro: “Salud Eterna: Método Científico, para vivir más de 300 años, por el nuevo mecanismo de “muerte celular científicamente programada” para activar la célula madre autógena y transformar post climatéricos y/o viejos en atletas, para mantener la homeostasis -equilibrio bioquímico- ante el estrés fisiológico, físico, mental y social, superando a adolescentes sanos”.
Después de leer el libro y emocionarme ante el hecho de evitar las enfermedades de la vejez –y no formar parte de los consumidores de fármacos, valga decir que es la enfermedad el más grande de los negocios del mundo- le he comentado a algunos amigos la posibilidad de vivir trescientos años y he tenido respuestas como esta: “¿Y para qué quiere uno vivir tanto?”. Y es lógica esa pregunta, si la referencia de vejez es la que antes mencioné, la enfermedad, el rechazo social, la exclusión laboral. Pero, es precisamente después de los cincuenta años cuando más valioso es un ser humano, después de esta edad tiene un cúmulo de experiencias que lo han hecho crecer internamente –por supuesto hay sus grandes excepciones, claro que existe la gente malvada, pero el doctor asegura que la naturaleza misma, con su sabiduría termina por desaparecerlas-. Entonces con este método tenemos la posibilidad de aprovechar al máximo la experiencia y sabiduría de los seres especiales, de esos que dan grandes aportes a la sociedad. De esos cuyo valor humano es incalculable, maestros, profesores, luchadores sociales, científicos, músicos, artistas plásticos, poetas, escritores, etc. También este método nos brinda la posibilidad de mantener vivos y sanos a nuestros familiares, nuestra madre, nuestro padre. ¿Quién no quisiera extender sus vidas? ¿Y extender la propia para disfrutar al máximo de sus hijos?
Entonces, después de haber descubierto esta posibilidad de vida larga y saludable, me animé a probar el método. Por eso comparto esta información y extiendo la invitación a todos y todas a probarlo. Además porque si empiezo a aplicarlo sola, sin compartirlo, tendré que verlos enfermarse y morir a todos y todas uno a uno mientras yo seguiré vivita y coleando. No es la idea. Definitivamente, me encanta tener la posibilidad de vivir sana por más de trescientos años, como dice mi pollita –mi hermanita Abril- “Me parece una idea diferente y buena”.

Links para mayor información:
http://www.paravivirmasde3siglos.com/

La alegría de Ser

"Si no hay alegría, fluidez o ligereza en lo que haces, eso no significa necesariamente que tengas que cambiar lo que haces. A veces basta con cambiar la manera de hacerlo. El "cómo" siempre es más importante que el "qué". Trata de conceder mucha más atención a lo que haces que al resultado que esperas obtener. Concede toda tu atención a lo que el momento te presente. Esto implica aceptar plenamente lo que es, porque no puedes conceder toda tu atención a algo y al mismo tiempo resistirte a ello...".

El Poder del Ahora. Eckhart Tolle.