Tengo un amigo que de vez en cuando escribe, y suele usar títulos amarillistas para atrapar la atención de sus lectores, descubrió que de esa manera era más leído. La intención de este título no es esa, sin embargo, si sirve para eso, chévere.
El tema es que después del catorce de febrero, exactamente el quince de febrero, una amiga me comentó que no consiguió donde “celebrar” el día del “amor y la amistad”. Es decir, no consiguió un espacio libre en los hoteles de la ciudad. Entonces se vieron, ella y su pareja, obligados a posponer la celebración para el fin de semana siguiente. Me llamó la atención, que tanta gente, en tantos lugares diversos del mundo, estuviera al mismo tiempo teniendo relaciones sexuales, o lo que es lo mismo, celebrando el día del amor y la amistad :=)
Por un momento elevé mi visión por encima de mi realidad, volé por los cielos y me imaginé a toda esa cantidad de gente entregándose al placer al mismo tiempo. Realmente me causó gracia, más que un efecto pornográfico. Y me hizo además recordar una idea que tengo desde hace tiempo en mi cabeza, muy relacionada al que todos hagamos todo al mismo tiempo.
Cuando solía trabajar en horario de oficina, una de las actividades que más me desagradaba era la de tener que hacer cola para hacer mis compras. Salía molida de la oficina, y si quería comprar quesos en un lugar donde me encantaban los quesos, tenía que calarme y sufrirme una cola como de veinte personas. Si tenía que hacer mercado, porque había pasado el fin de semana en Barquisimeto, tenía que calarme y sufrirme una cola de no menos de treinta personas, donde tardaba más haciendo cola que eligiendo los alimentos de mí compra. Sólo podía viajar los fines de semana pues eran mis días libres, y las colas para salir de Caracas eran tales, que llegué a estar dentro de un autobús de Caracas a Barquisimeto durante casi doce horas en una oportunidad. Aquellas rutinas diarias eran como dicen, insufribles.
Entonces, decidí dejar mi trabajo -por razones que no tienen relación con este tema- y descubrí después de dejarlo algo maravilloso. A las diez de la mañana, el local donde yo compraba los quesos estaba absolutamente vacío. El súper mercado, a las dos de la tarde, estaba casi vacío y me permitía hacer mis compras en menos de media hora. Los viajes de Caracas a Barquisimeto eran maravillosos un miércoles, o un jueves. Me tardaba entre cinco y cinco horas y media, un día hasta llegué en cuatro horas y media. ¡Milagro!
Entonces el maravilloso descubrimiento fue una pedrada al piso. Hacemos colas porque todos y todas hacemos las mismas actividades al mismo tiempo. Algo así como el catorce de febrero, por cierto que también el día de las madres es un suplicio intentar celebrarlo en Caracas. En fin.
¿Pensé entonces, cómo podríamos solucionar ese asunto? Aunque definitivamente lo normal es que la gente celebre los viernes, las horas de descanso las usemos para resolver nuestros asuntos, los fines de semanas sean los momentos en que podemos viajar, ¿Podríamos hacer esas actividades en otros momentos? ¿Donde no nos veamos obligados a actuar todos por igual?
Y me pregunté también, ¿Tendrá que ver esa manera en que vivimos, de andar todos haciendo lo mismo, vistiendo lo mismo, celebrando lo mismo, criticando lo mismo, quejándonos de lo mismo, algo que ver con el hecho de que todos trabajemos en el mismo horario, y descansemos en el mismo horario? ¿Tendrá que ver eso con la poca capacidad que tenemos de estar solos, independientes y con nosotros mismos? Es una pregunta interesante, a la que no le tengo respuesta en este momento, valdría la pena investigarlo.
Es verdad que siempre ha sido así. Pero ¿Acaso será esta manera de organizarnos la mejor manera?
Yo me pregunto, ¿Si nuestro sistema de vida tuviera otro orden qué pasaría?. Por ejemplo, si en Caracas la gente cuyo nombre -por ejemplo- comienza con la letra A, comenzara a trabajar los lunes, y los que comienzan con la B comienzan a trabajar los martes, y los que comienzan con la V comienzan a trabajar los miércoles, y los que comienzan con la L comienzan a trabajar los jueves, y los que comienzan con la F comienzan a trabajar los viernes, y los que comienzan con la D comienzan a trabajar los sábados, y los que comienzan con la R comienzan a trabajar los domingos. Si ocurriera eso, los lunes no habría colas para entrar a Caracas, y tampoco los viernes para salir de ella. ¿Interesante verdad?
El mismo ejercicio me hice con los horarios, si los que comienzan con la letra A trabajan el turno de la mañana, y los que comienzan con la B el turno de la tarde, y los que comienzan con la C el turno de la noche, y los de la D el turno de la madrugada. Los supermercados no estarían llenos de cola a partir de las cuatro de la tarde, ni el cine lleno de gente los domingos, ni el local donde compro queso lleno de gente a las siete de la noche. Interesante también.
Entonces, no tengo solución aun a esas preguntas, ni puedo afirmar que esa sea la mejor manera, pero me encanta imaginar qué pasaría si tuviéramos otro orden, donde no todos andemos haciendo lo mismo al mismo tiempo. Todos yendo a la playa al mismo tiempo, todos yendo al parque al mismo tiempo, todos haciendo pupú al mismo tiempo, y hasta todos teniendo relaciones al mismo tiempo. Si hacemos ese ejercicio, de salirnos de nuestro cuerpo, elevarnos por los cielos y vernos de una manera crítica y objetiva, nos sorprenderíamos de lo loco del modo en que vivimos, de cuán locos parecemos. Los extraterrestres, si existen, se deben estar riendo.
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